relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Mártir bailarín

San Sebastián. Alonso Berruguete. Madera policª
Retº San Benito. Mº N. Escª Valladolid
Después de aprender el oficio en Italia, lo mismo que mi padre, volví a España. En Valladolid me instalé. Constituí un gran taller a las afueras para hacer grandes retablos de madera policromada. Trabajé mucho con la gubia. Tanto es así, que era frecuente rematar las figuras con algunas incorrecciones. Consumía diariamente madera en grandes cantidades y empleaba mucho pan de oro en los vestidos, porque la técnica de policromía, denominada estofado, lo requería. 
Si en mis trabajos romanos me pedían una cierta contención, en España me demandaban movimiento e intensidad drámática.
El San Sebastián del retablo del Monasterio de San Benito de Valladolid, por ejemplo, está casi extenuado, con su cabello mojado por el sudor y con la boca entreabierta por el sufrimiento. Fue una buena excusa para abordar el tema del desnudo y la belleza sensual, que en España se rechazan por principio, y también para exhibir la figura serpentinata que había aprendido en Miguel Ángel, ese movimiento sugerido que parece hacer bailar al santo con las piernas separadas y los brazos levantados, atado al árbol, con el cuerpo musculado y en tensión, y con el tronco horadado por las flechas del martirio.
Esta es una escultura exenta de una escala inferior a la real en madera policromada. En ella el pan de oro se aplica sobre todo al árbol, pues la figura es un desnudo, en el que el estofado se limita a ese paño tan sucinto que le cubre las vergüenzas. Sin embargo, a mi me gusta mucho. Me recuerda aquella Italia lejana que viví en mi juventud. Seguí entonces el camino de mi padre, que trabajó con Piero de la Francesca. Yo llegué un poco más tarde, estuve en la Roma de los papas y conocí al gran Miguel Ángel. Él intercedió para que se me permitiese hacer una copia del Laocoonte y me trató como un artista. De ello me enorgullezco, ahora que todo eso queda atrás.

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