relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Belleza yacente

Cristo yacente. 1625-1630. Gregorio Fernández. 43-190-173 cm. Madera policromada. Museo Nacional de Escultura. Valladolid
La muerte está concentrada en su rostro agónico. La cabeza ligeramente girada hacia la izquierda y los cabellos largos bañados de sudor, los ojos entornados a punto de cerrarse, la boca entreabierta en la que asoman unos dientes que parecen alineados por un divino odontólogo. Por dentro se ve la lengua. Una barba que acaba en punta y un cabello largo y mojado por el sudor que acompaña al sufrimiento. También hay postizos como los ojos de pasta vítrea, las uñas de asta o el corcho y la resina que se aplican bajo el rojo de la sangre en las rodillas y en las heridas de las manos, los pies y el costado. Sin embargo el cuerpo tallado es rotunda vida. Un conjunto de formas anatómicas perfectas, combinado con el canon más armónico. Erotismo de formas suaves, tumbado en un lecho de pliegues acartonados y con un paño de pureza muy pequeño sobre el vientre. La esencial juventud del cuerpo aparece imperiosa sobre la sábana. Es tan real su belleza que se olvida el sufrimiento de su rostro. Parece estar relajado, abandonado... No tiene fuerzas, no se levantará... Es tan hermoso el Cristo y está tan al alcance de la mano que cuesta creer en que él no esté aquí, junto a nosotros. Las monjas esperan que llegue la Cuaresma para mirarlo y mirarlo. Repasan su piel brillante con ojos que son dedos táctiles, con la infinita ternura de sus corazones sin rumbo... Sublime amor dolorido, el cielo encarnado en madera. Su alma policromada está todavía de este lado. Espera, Cristo que sufre; moribundo cuerpo yacente sobre pliegues que hacen daño. Espera, Cristo hermoso. No te mueras aún. Deja que tu cruel agonía nos muestre la extrema belleza de tu carne que está blanda todavía. De tu carne tan humana... Deja que te cuiden las monjas... Mañana puedes salvarnos.   

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